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Kotonoha144

Yureng von Hauser, Lider Ryoka

Introducción[]

Yureng von Hauser es la líder Ryoka.

Apariencia[]

Yureng es una chica joven, de 17 años de edad, que mide alrededor de 1,73 m. Es de complexión delgada, con finas curvas que contornean su cuerpo y en ocasiones atraen las miradas del sector masculino. Su cabello es muy largo, prácticamente sobrepasa la altura de la cintura, y de color castaño oscuro debido a la ascendencia española de su madre. Sin embargo, sus ojos son de un azul muy claro, un claro rasgo germánico al igual que su piel poco bronceada. Tiende a vestir de negro, pero con una ropa que se asemeja a un uniforme escolar.

Personalidad[]

Yureng se guía por una fuerte personalidad la cual hace que no se deje influenciar por nadie. Suele ser bastante independiente y eso significa que es capaz de valerse por sí misma en la mayoría de las situaciones. Siente cierto rencor hacia la gente prepotente que sólo piensa en sí mismo sin pararse a mirar lo que hay a su alrededor. Bajo su apariencia de niña buena se encuentra una mente calculadora capaz de elaborar los planes más retorcidos.

Sinópsis[]

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Yureng von Hauser

Yureng se crió en una adinerada familia alemana que vivía a las afueras de Berlín. Los von Hauser eran algo parecido a los Lords del lugar, sangre noble en personas sin corazón que explotaban a sus campesinos hasta la extenuación para poder aprovecharse de ellos. Yureng odiaba ese tipo de comportamiento y se juraba una y otra vez que todo cambiaría cuando su hermana y ella heredasen todo aquello y tuviesen el poder. Pero todo cambió cuando su hermana mayor, desapareció sin dejando solamente una simple nota como única despedida: “No puedo aguantarlo más. Yureng, no todo es lo que parece. Ten cuidado… Te quiero. Arkana.”

Aquello supuso un fuerte golpe emocional para la joven de cabellos oscuros que la sumió en una profunda depresión de la que sólo salió cuando conoció a un chico especial, Travis:

“La clase de historia se había hecho más tediosa de lo habitual, al parecer el profesor se había empeñado en que entendiesen por qué tanto la Segunda Guerra Mundial había sido un fuerte impacto para Alemania. La joven Yureng se encontraba en un estado de ensimismamiento, tocando continuamente su colgante en forma de estrella y a punto de dormirse, cuando el oír a su profesor pronunciar su apellido hizo que levantase la cabeza.

- […] Viene para mejorar su alemán y así complementar sus estudios. Siéntate ahí, al lado de von Hauser – dijo el profesor, un hombre regordete cuyas mejillas estaban siempre tan rojas que parecía estar continuamente borracho, mientras señalaba el asiento libre que había junto a Yureng.

Un chico rubio de ojos claros, el cual parecía un ángel caído del cielo, caminó mostrando una amplia sonrisa en los labios hasta sentarse en ese mismo asiento que el profesor había señalado con anterioridad. Todas las féminas de la clase habían vuelto la mirada hacia aquel joven nuevo cuyo atractivo era digno de envidia.

- Perdona, ¿cómo ha dicho el profesor que te llamabas? Estaba un poco distraída y… - comenzó a decir la chica, sentía una enorme curiosidad hacia aquel joven que parecía extranjero.

- Travis, Travis Wilson. Soy un estudiante de intercambio, de Inglaterra para ser más exactos – respondió sonriente – Y tú… ¿eres la hija de Lord von Hauser?

- Ahá. Soy Yureng von Hauser. Encantada – contestó tendiéndole la mano con delicadeza y dedicándole la mejor de sus sonrisas…”

Aquello que comenzó como una simple amistad se convirtió en una historia de amor a escondidas, ya que por ningún motivo su padre podía enterarse de que mantenía una relación con alguien de lo que él consideraba “la clase baja de seres inferiores”. Se veían siempre que podían en lugares apartados de cualquier individuo que pudiese informar a Lord von Hauser y daban rienda suelta a su pasión hasta que un fatídico día la peor de sus pesadillas se hizo realidad… su padre los descubrió:

“Ambos jóvenes se encontraban en lo profundo del bosque, lejos de las miradas curiosas que pudiesen interrumpirles o, peor aún, delatarles. El pelirrubio deslizaba sus manos suavemente por la espalda de la joven mientras los dos estaban fundidos en un fogoso beso que habría hecho saltar chispas de estar cargado de electricidad.

El bosque estaba tranquilo, quizás demasiado de lo normal, pero en esos momentos aquello era lo que menos le importaba a los dos amantes que no podían pensar en ninguna otra cosa que no fuesen ellos. Sin embargo, el momento no duró tanto como hubiesen querido, el crujido de una rama al ser pisada hizo que se separasen, alertados. El padre de Yureng se acercaba a ellos acompañado de dos de sus más fuertes y leales guardaespaldas. La expresión de su cara no era algo que pudiese considerarse agradable y su furia se intensificó cuando distinguió una marcha en el cuello de su hija, un chupetón…

- ¡Yureng von Hauser! ¡Ven aquí ahora mismo! – exclamó el Lord dejando que el enfado traspasase su voz.

- Padre, puedo explicarlo. Él… yo… ¡No hemos hecho nada malo! – se excusó, abrazándose fuertemente a Travis, el cual se había puesto enfrente de ella con la intención de hacer de escudo.

- ¡¿Osas desobedecer mis órdenes?! ¡Y tú, maldito bastardo! Ya es tuya, ¿verdad? ¿Cómo te has atrevido a acercarte a mi hija, plebeyo?

- Mein Herr… Yo nunca haría nada que pudiese dañarla… - farfulló el joven, sintiendo como su corazón palpitaba fuertemente ante esa situación.

Alenxander von Hauser caminó hacia los dos jóvenes y agarró a Travis por el cuello para después lanzarle al suelo con fuerza y sin ningún atisbo de misericordia.

- Nadie… nadie puede tocarla. ¡Ella es mía y sólo yo podré poseerla! ¡Matadle!

- ¡NO! – gritó la desesperada joven lanzándose al encuentro de su amante.

Pero fue demasiado tarde, una bala ya había perforado uno de los pulmones de Travis, el cual había quedado tendido en el suelo, desangrándose mientras una constante tos invadía lo que antes era la tranquilidad del bosque. Yureng apoyó delicadamente su cabeza sobre sus rodillas y le acarició el pelo. Copiosas lágrimas caían de los ojos de la joven y se deslizaban por su hermoso rostro hasta aterrizar sobre los ropajes del chico.

- Te pondrás bien… No… no puedes dejarme. ¡No puedes irte! – dijo la alemana entre sollozos.

El joven esbozó una débil sonrisa, su última sonrisa, la cual se transformó en una macabra mueca cuando un chorro de sangre se deslizó por la comisura de sus labios.

- Te amo…

Aquellas fueron las últimas palabras que pronunció antes de cerrar los ojos y fundirse en un sueño eterno que arrancó un grito de dolor de las cuerdas vocales de la chica. Con las manos empapadas de sangre, la sangre de aquel a quien había llegado a amar, se levantó del suelo y miró con unos ojos encendidos por la furia al que hasta por aquel entonces había llamado “padre”. Asombrosa e inexplicablemente, las lágrimas no eran lo único que corría por su rostro, también había un líquido rojo… era sangre, estaba llorando lágrimas de sangre.

- ¡TE ODIO! – gritó mientras se acercaba a Alexander von Hauser - Es ist die Zeit des blutigen Sternes…

De repente, su colgante en forma de pentáculo desprendió una luz rojiza que iluminó todo el claro del bosque y cuyo color se transmitió a los ojos de la joven. La sangre caía de sus mejillas en un incesante y espeluznante goteo que hizo que el Lord se asustase al ver la expresión del rostro de su hija.

- ¡Solidifica!

Un chorro de sangre fluyó desde el cuello hasta el brazo izquierdo de la chica y se transformó en una katana que utilizó para atravesar el pulmón de su impactado padre, el cual no hizo nada por evitarlo. Tras eso, se encargó ensañadamente de los guardaespaldas, destrozando por completo el rostro de aquel que había efectuado el disparo.

Al día siguiente, encontraron los cuerpos de los tres hombres pero no había rastro alguno de la heredera de los von Hauser, había desaparecido de la faz de la Tierra.”

Aquel día, Yureng se marchó de Alemania y de Europa. Quería estar lejos de todo aquello que le recordase a su amor perdido y a la traición de su padre. También mantenía la ligera esperanza de encontrar a su hermana, quizás ella pudiese explicarle qué era aquel poder que había hecho que matase a su padre y a los otros dos hombres. ¿Qué podía haber sucedido?

En Japón se informó, preguntó nombres, direcciones…, aunque la gente en la mayor parte de las ocasiones se negaba a dar información, poco a poco reunió la suficiente para darse cuenta de que era aquello que llamaban “Ryoka”.

Ahora solamente le quedaba encontrar a otros de los suyos para poder unirse a ellos en una lucha contra su propio pasado y… por su futuro…

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